El Directorio de las Provincias Unidas del Río de la Plata resolvió, el 25 de setiembre de 1817, designar gobernador de la Provincia de Tucumán al coronel Feliciano de la Mota Botello. Como se sabe, en esa época dependían de nuestra provincia, como subordinadas, las vecinas de Santiago del Estero y Catamarca.
Mota Botello, fuerte comerciante, santafesino de nacimiento y radicado en Catamarca desde mucho tiempo atrás, tenía una importante trayectoria de funcionario y de patriota de la primera hora. Había sido miembro del Cabildo, Comandante de Armas y teniente de gobernador de Catamarca. Además, se había destacado como un resuelto colaborador de la causa de la independencia, a la que hizo importantes aportes de su peculio personal.
En sus “Fechas catamarqueñas”, Manuel Soria registra un poco conocido detalle de su gestión al frente de la Provincia de Tucumán. Al parecer, el nepotismo en los nombramientos de la región se había convertido ya en algo demasiado frecuente, y el gobernador quiso ponerle freno.
Así, el 30 de diciembre de 1817, desde San Miguel de Tucumán, Mota Botello ofició al Cabildo de Catamarca, que estaba a punto de elegir un alcalde de primer voto, cargo que encontraba vacante. Mota Botello sugería a esa corporación que la vacante se llenara con “persona que no tenga parentesco afín ni sanguíneo con el teniente de gobernador”, que en ese momento era don Nicolás Avellaneda y Tula. Esto, decía Mota Botello, “a causa de los celos que motiva esta circunstancia en el resto de los ciudadanos, que ven refundidos los empleos en una sola familia, y el agravio que se infiere a los beneméritos que se posponen”.